Con la novedad, mi general, de que estamos pasando a caer otra vez ante ese al que apodan "El Moquero". Me lleva. Eso nomás me falta, pescar una gripa y que no pueda abrazar a Emiliano. ¡¡¡¡¡ME QUIERO VOLVER CHANGO!!!!! ME LLEVA ME LLEVA ME LLEVA ME LLEVA.
Para empezar mi agenda está llena, no hay ningún espacio para "enfermarme". De verdad, deveritasritas.
A continuación un mensaje que surgió de un ejercicio de divagancia pensamientil (por fin, después de 5 años):
Carmen:
Fui alumna de literatura, en la UABC. Pasé por tus clases, 3, 4… vieras que ya ni recuerdo bien… o mis intentos de bloquearlo tuvieron éxito. En la última, que tampoco recuerdo qué era, tuve un interesante encuentro contigo. Por 5 años he justificado lo que me dijiste en ese encuentro porque lo que resultó de él es mi responsabilidad. Pero, verás, ahora soy profesora, entre a estudiar para serlo, y en ningún momento de mis 11 semestres encontré un solo autor que incluyera las amenazas y gritos desaforados como método didáctico.
Te justifiqué porque sólo yo pude haber cambiado la situación. Haber reaccionado de otro modo. No haberme desatendido de la escuela, en primer lugar. Recuperar el tiempo de algún modo. Pero no estaba pensando en lo que debía. Pensaba en la muerte, en la fragilidad de un cuerpo, en metal retorcido, en cómo las nubes pasaban por el cielo como cualquier otro día sin importarles quién respira y quién no. No tenía espacio para continuar con la posguerra española y los formalistas rusos.
Hasta hace muy poco traté de odiarte pero las energías las concentro en otras cosas, por lo cual sólo logré recordarte con resentimiento. Hoy, con el mismo resentimiento, te agradezco. Por tu falta de profesionalismo yo no fuera la persona que soy. Por tu nula consideración hacia un ser humano que estaba sufriendo, hacia mí, entré a la única carrera que había para mí después de literatura. Los primeros semestres fueron amargos, tristes, llenos de madrugadas de llanto enfurecido contra mí y contra ti y contra Gustavo Mendoza y contra Pardo.
¡Ay, Carmen! ¿Qué te puedo decir? ¿Qué te puede contar una alumna a la que le dijiste que sobre tu cadáver terminaría la carrera en el momento que necesitaba que alguien la sacara del infierno? No necesitaste nada más, Carmen, que hablarme de esa forma. Así de débil estaba mi voluntad, así de poquitas eran mis fuerzas. No necesitaste más. No quisiera darte ese gusto, pero es verdad. No tuviste que morirte en el intento, no es un gran triunfo, pero es triunfo al fin.
Gracias por haberme enviado de rebote a Traducción. Gracias por el sueldo extra. Gracias por el tip de “cómo no debe abordarse a una estudiante con bajo rendimiento”. Gracias porque si un alumno no cumple, incluso si me hace imposible la clase, puedo comprender que no trata de insultarme sino que su vida y sus necesidades quizá estén muy alejadas de la clase que estoy tratando de llevar y puedo negociar con él. Gracias también por los libros que me hiciste leer, quizá los hubiera leído de cualquier forma, pero tú los acercaste a mí. Gracias por los ratos memorables en que tus maneras inflexibles y segregacionistas nos hicieron reir hasta las lágrimas. Todavía recordamos algunas frases.
Finalmente, gracias por tu forma de ser que hizo tan fácil concentrar mi rencor en tu persona por estos años. Gracias por mostrarme al tipo de profesora que no quiero llegar a ser. Hasta nunca.
Karla.
Para empezar mi agenda está llena, no hay ningún espacio para "enfermarme". De verdad, deveritasritas.
A continuación un mensaje que surgió de un ejercicio de divagancia pensamientil (por fin, después de 5 años):
Carmen:
Fui alumna de literatura, en la UABC. Pasé por tus clases, 3, 4… vieras que ya ni recuerdo bien… o mis intentos de bloquearlo tuvieron éxito. En la última, que tampoco recuerdo qué era, tuve un interesante encuentro contigo. Por 5 años he justificado lo que me dijiste en ese encuentro porque lo que resultó de él es mi responsabilidad. Pero, verás, ahora soy profesora, entre a estudiar para serlo, y en ningún momento de mis 11 semestres encontré un solo autor que incluyera las amenazas y gritos desaforados como método didáctico.
Te justifiqué porque sólo yo pude haber cambiado la situación. Haber reaccionado de otro modo. No haberme desatendido de la escuela, en primer lugar. Recuperar el tiempo de algún modo. Pero no estaba pensando en lo que debía. Pensaba en la muerte, en la fragilidad de un cuerpo, en metal retorcido, en cómo las nubes pasaban por el cielo como cualquier otro día sin importarles quién respira y quién no. No tenía espacio para continuar con la posguerra española y los formalistas rusos.
Hasta hace muy poco traté de odiarte pero las energías las concentro en otras cosas, por lo cual sólo logré recordarte con resentimiento. Hoy, con el mismo resentimiento, te agradezco. Por tu falta de profesionalismo yo no fuera la persona que soy. Por tu nula consideración hacia un ser humano que estaba sufriendo, hacia mí, entré a la única carrera que había para mí después de literatura. Los primeros semestres fueron amargos, tristes, llenos de madrugadas de llanto enfurecido contra mí y contra ti y contra Gustavo Mendoza y contra Pardo.
¡Ay, Carmen! ¿Qué te puedo decir? ¿Qué te puede contar una alumna a la que le dijiste que sobre tu cadáver terminaría la carrera en el momento que necesitaba que alguien la sacara del infierno? No necesitaste nada más, Carmen, que hablarme de esa forma. Así de débil estaba mi voluntad, así de poquitas eran mis fuerzas. No necesitaste más. No quisiera darte ese gusto, pero es verdad. No tuviste que morirte en el intento, no es un gran triunfo, pero es triunfo al fin.
Gracias por haberme enviado de rebote a Traducción. Gracias por el sueldo extra. Gracias por el tip de “cómo no debe abordarse a una estudiante con bajo rendimiento”. Gracias porque si un alumno no cumple, incluso si me hace imposible la clase, puedo comprender que no trata de insultarme sino que su vida y sus necesidades quizá estén muy alejadas de la clase que estoy tratando de llevar y puedo negociar con él. Gracias también por los libros que me hiciste leer, quizá los hubiera leído de cualquier forma, pero tú los acercaste a mí. Gracias por los ratos memorables en que tus maneras inflexibles y segregacionistas nos hicieron reir hasta las lágrimas. Todavía recordamos algunas frases.
Finalmente, gracias por tu forma de ser que hizo tan fácil concentrar mi rencor en tu persona por estos años. Gracias por mostrarme al tipo de profesora que no quiero llegar a ser. Hasta nunca.
Karla.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario